El Movimiento Nacional Campesino Indígena es una agrupación de mas de 500.000 mil familias en toda la Argentina formada por: Unión de Trabajadores Rurales sin Tierra – Mendoza, Unión de Jóvenes Campesino de Cuyo, Movimiento Campesino de Córdoba, Movimiento Campesino de Santiago del Estero, Movimiento Campesino de Misiones, Red Puna Jujuy, ACoCaL – Salta, Asociación de Productores Familiares de Florencio Varela, Familias Productoras de Cañuelas, Asociación Cirujas, todos luchan por defender sus derechos como ciudadanos pero por sobre todas las cosas lograr una reforma agraria justa para todos, (en la cual estén incluidos ellos con sus tierras y no sus tierras en manos de terceros) y una soberanía alimentaría.
Está compuesto por mujeres y hombres, por gente joven y ancianos todos organizados por un mismo fin.
Empezaron desde abajo, cada uno con su lucha y de a poco construyeron “la lucha” por el territorio, el agua, las semillas, por “nuestro trabajo” como dicen los integrantes del movimiento.
Esta organización junto con todos los movimientos campesinos del país (Mocase, MCC, Mocafor, entre otros) nacieron debido a las transformaciones económicas y políticas que vivió el país a partir de la década del 70. Las privatizaciones, la concentración de las riquezas nacionales en las manos de unos pocos que los hizo más poderosos, dejando a los sectores más humildes a la deriva o hundidos ya en la pobreza, tanto de en la ciudad como en el campo, en todo el país.
A demás de esto el campo sufrió la política de agro negocios aplicada por el neoliberalismo, de la mano y para las empresas transnacionales y las tecnologías que ellas poseían.
Al ser producciones en grandes magnitudes las que realizaban estas empresas, las elaboraciones creadas por las familias del campo, destinadas al consumo popular quedaron relegadas y olvidadas. No solo esto quedó en el olvido, sino también las preocupaciones por el medio ambiente en las que estas familias durante generaciones han vivido; preocupación que al fin y al cabo han hecho que esas tierras den año tras año sus frutos.
El nuevo modelo expandió la frontera agropecuaria, que se veía, al principio, como un éxito, pero sólo fue la propagación de monocultivos transgénicos sobre frutales, chanchos, vacas, algodón y la diversidad de especies que los pobladores tenían y necesitaban para garantizar una producción variada, suficiente y accesible de alimentos para el pueblo y algunas ciudades que abastecían.
De esta manera fue como el trabajo en el campo argentino comenzó a escasear, las familias no tuvieron muchas opciones: alquilar o vender las tierras en el mejor de los casos, se sabe que otras familias no corrieron con la suerte de elegir si vendían o alquilaban, fueron y son corridas por las grandes corporaciones con la ayuda de algún gobierno, de alguna fuerza pública, entre otras cosas y deben irse a vivir a la ciudad a barrios muy pobres.
El campo quedó completamente acorralado por un hambre voraz de tierra nueva para producir soja y vender al exterior sin importar la disminución de la producción de alimentos básicos para el consumo de todos.
Las organizaciones campesinas siguen existiendo porque hay familias que pueden resistirse a los desalojos, pero claro esto implica dificultades en varios aspectos, no es que unas familias se van y otras se quedan sin pagar un precio.
Quienes se quedan deben luchar por tener agua para consumir y para las producciones que pueden hacer, para la educación de los niños y salud para todos. Entre ellos hacen cursos de primeros auxilios, forman sus salas de emergencias.
Todas estas dificultades vividas en los últimos treinta años fueron las que impulsaron a reunirse, discutir la realidad y las situaciones que estaban atravesando para así conseguir una lucha que pueda defender sus derechos.